Subí a horcajadas sobre su regazo y le abrí mi pecho para
que pudiera descansar su cabeza sobre él. Lloró lágrimas guardadas, con caudal
constante y sollozo ahogado en una piel que siendo extraña, siempre consiguió
confortarle. Deseó por un momento meterse dentro de mí, hacerse un hueco entre
mi vena cava y mi arteria aorta, a sabiendas de haber elegido el sitio equivocado.
El juego sólo ha de jugarse si se respetan las reglas… No me gusta ser rival ni árbitro,
menos ambos a la vez. Aún así... ¿qué tendría de especial si de vez en cuando no se jugase sucio?
No hay comentarios:
Publicar un comentario