lunes, 7 de febrero de 2011

Reflexión nocturna

¿Cómo es tan fácil convencernos de unas cosas y tan difícil en cambio hacernos ver otras? Parece mentira que todo este tiempo desvencijando mi mullido corazón poniendo a prueba su capacidad de querer haya sido en vano; por una necesidad creada a partir de mi propia imaginación, de mis propios ideales, de las ocultas fantasías que alberga mi mente.

La mente, desconocida y temida mente. Asombrosa y cada vez más compleja ante sus practicantes, abstracta y banal para aquellos que se limitan a portarla. Todos sin excepción contamos con el tesoro de crear, lo asombroso de pensar, la rémora de creer y la obligación de decidir. Condiciones impuestas, todas y cada una necesarias para haber dado el salto, prueba de la magnificencia de la naturaleza que nos mantiene tan lejos como cerca de la verdad. Nos recluye en una línea infinita pulcramente paralela a ésta privándonos de la misma, protegiéndonos quizá. Hace que oscilemos continuamente entre las fronteras de la percepción y lo místico permitiéndonos saborear el néctar de la sabiduría sin llegar a descubrirnos la receta del universo. ¿Será cuestión tan solo de modificar el término independiente?

Y es en este punto, quizá antes, donde me planteo si realmente era ajena a la realidad que me cae encima como losa de mármol. Más bien como la llama te recuerda que al tocarla quema. Una verdad irrefutable, instintiva, pero que aún siendo obvia, obviamos continuamente.
No es estar cerca de la ignorancia, no es por ese placer por el que nos engañamos; es por estar donde queremos, por ser como soñamos. Esa necesidad de ser otra persona, de vivir la vida que siempre has soñado combinada con las limitaciones que nosotros mismos nos imponemos o que a menudo nos vienen impuestas da como fruto la no-realidad. El mundo de los sueños, de las metas frustradas, La Tierra Prometida.

Ambición, no hay ambición sin meta. Siguiendo esta analogía: para desear, se requiere un objeto de deseo, el objeto deseado. Hablo otra vez de necesidad y sin pretenderlo mezclo una vez más lo intelectual con lo irracional ¡Qué catadura moral! ¿Es que acaso nunca podré hacer de este dual la dicotomía que debiera ser?
Objeto de deseo-meta, de esto hablábamos... Eso que impulsa nuestras vidas, que despierta nuestra motivación.
Y la pena es que en este caso vayan unidos, que no sea capaz de diferenciar; que mis metas personales se vean frustradas porque se basan tan ordinariamente en lo banal de las relaciones personales, en los volubles sentimientos humanos. Yo y mi orden mental, segura de que mis ideas reposan sobre la esterilidad de una ecuación matemática. ¿Cómo establecer leyes sobre algo tan cambiante como es un sentimiento? Imposible. Una vez más, se da el conflicto interior. El mundo se le hace pequeño a mi cabeza, que ansía mi verdad. Sin embargo, ésta se esfuerza en hacerme entender que una de las cosas de todo lo que me queda por descubrir de éste es que mi verdad se encuentra aquí.
29/I/2011

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