lunes, 10 de diciembre de 2012

Polvo somos y en polvo nos convertiremos

Caen las horas, pesadas como pequeñas gotas de mercurio sobre su cuerpo. Se deslizan lentas por su piel, contaminando cada uno de sus micrométricos poros, consumiendo su juventud. Ya no se mira al espejo, la que observa desde el otro lado es ahora una extraña para ella. No reconoce esas arrugas que empiezan a surcar su frente, los ojos siguen siendo profundos, pero siente que día a día la luz que los caracterizaba se va apagando. ¿A dónde vas, pequeña? Hay tanto que puedes hacer… Pero no, ella se encierra en su pecera de cristales tintados. No quiere vivir en un cuerpo que no reconoce como suyo, que no quiere identificar con la idea que tiene de sí misma. Es cierto que lo material nunca perdura, está empujado a un deterioro constante e inevitable; pero ella no ha sido capaz de entenderlo, de asumirlo.

El mundo ya no la excita, el hechizo que desprendían sus sonrisas al sol se ha roto, su melena ya no baila con el viento. -Ojalá  volviera a ser una niña-, piensa. Mejor temer tus ansias de frescura, pues esa luz ya no guiará tus pasos. Tus deseos han marchado con la primavera y el tiempo no hará que vuelvan.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Frágil sensualidad


Se trata de una danza silenciosa entre la noche y la joven del camisón blanco. Sus ojos brillan a la luz de la luna como nunca nadie ha hecho que se iluminaran; sólo esta cita nocturna es su aliciente para soñar.

Cuando la ciudad duerme, ya todas las persianas descansan y los únicos testigos son los pequeños murciélagos que revolotean desorientados por las intermitentes farolas, asoman sus descalzos pies al balcón. Algunas veces adivino auriculares entre su pelo, otras le basta con la música que sólo ella es capaz de escuchar. No sabe que la observo, que su cita con la luna se ha convertido de alguna forma en mi cita con ella.

Todas las noches, cerca de las 3 de la madrugada, salgo a la terraza con un cigarrillo entre los labios para disfrutar de su belleza; del sentimiento puro e inocente que acompaña cada movimiento que tiene lugar bajo ese camisón. El satén blanco brilla al deslizarse por sus firmes curvas desdibujando una figura que como cada noche, después de esa primera vez, me hace soñar.

Quiero pensar que sabe de mi presencia detrás de ese minúsculo punto incandescente en la oscuridad de la noche, que se ha percatado de su único y fiel admirador. Imagino que reserva su espectáculo sólo para mí, que cada paso ejecutado lleva escrito mi nombre aunque ella siquiera lo sepa aún. Yo tampoco sé el suyo ni conozco sus razones; ignoro el porqué de su danza nocturna, dónde aprendió a bailar de ese modo. El hecho es que el aura de misterio que la envuelve me hipnotiza… Temo que si algún día advirtiese mi presencia el pudor la empujara a abandonar a su oscuro amante y me privase entonces de mi particular capricho. Siento profundos celos hacia aquel que me mantiene en el anonimato, aquel que siendo razón para ella sólo es medio para mí. Cómplice al fin y al cabo de ambos.

sábado, 21 de abril de 2012

La llama tras el foso

Como sombra que poco a poco extiende su oscuridad queriendo cubrir cada pequeña porción de mi mente, cada rincón de mi imaginación. Una bocanada de humo pútrido de mascado tabaco que se cuela de entre tus labios, una mirada que se pierde en el horizonte de unos ojos que un día fueron infinitos. Ellos parecen perderse también ahora, ¿pero perdidos dónde? Tú guardas un océano bajo llave, y aunque sólo me permites asomarme muy de vez en cuando, nadar en él es algo que ansío. Son aguas oscuras, demasiado profundas para quien no sepa nadar. Una siempre se cree capaz de todo, y yo tengo mucha experiencia dejándome llevar por las olas, pero hay aguas en las que nunca he osado mojarme. De todas formas… ¿para qué mentir? Tengo un miedo inmenso a quedar encerrada para siempre en tu pecera, prisionera de tus ojos, confinada en lo que sé puede tornarse la oscuridad más fría.

Estoy segura de que hay algo candente en tu interior, pero lo sacas poco a pasear; prefieres guardarlo para ti, como un tesoro reservado sólo para quien salga con vida de las gélidas profundidades que con recelo protegen esa llama. Una llama cuya magnitud no adivino, no soy capaz de imaginar. Quiero pensar que serías capaz de escupir llamaradas sólo con desearlo; tener la certeza de que podrías calentar un hogar cuando llegase el momento. Pero me temo que nunca podré contar con esa seguridad en cualquier tema que te concierna.

Realmente espero que no me sorprendan cocodrilos en ese foso, por ahora estoy dispuesta a cruzarlo a nado y voy sin salvavidas.

lunes, 9 de abril de 2012

Part by part

Every step we take leads us to the nearby ending. Close enough to fear about it but being conscious we both need it to bear this dependency we’ve developed on each other. It mustn’t be healthy feeding a love that could probably never be perpetrated.

You know you got me in your hands, hanging from the fantasies we build together. Time is running and hopelessly redirects me to your arms, you’ll always be a part of me and I can’t help recalling your melting smile ending in slanting eyes, always surrounded by that scruffy hairstyle you wear; mostly when it rains, you know rain comes with you. You’ll look as cocky as you want, but you can’t hide your feelings from me and even being so much different, our lives have a missing part if we are far from each other.

This we’ve got has crossed unsuspected frontiers: my attachment to you has become unbreakable and although this is something I’ve always tried to, I can’t deny my love to you no more. I don’t want to live without you, aşkim.

domingo, 26 de febrero de 2012

La petite mort

Esa mezcla entre gotas de hielo y pequeñas chispas eléctricas que surgen desde la punta de unos dedos tímidos y recorren poco a poco todo tu cuerpo. Precavidas, pasan de puntillas por las manos y los pies inundándolos de fría electricidad estática, pero el abismo de unos brazos y unas piernas infinitamente largas desatan el torrente, que galopa a gran velocidad desafiando la gravedad. El pulso se acelera, las venas trabajan por aguantar la presión, turgentes de vida y las manos aún chispean. Tuc-tuc, tuc-tuc… tuc… tuc. Algo en mi interior se desata; noto como la corriente se va apoderando de mis entrañas al paso que yo pierdo el control de mi propio cuerpo, arrebatado ahora por una fuerza irracional que me desliga del mundo terrenal. Espacio y tiempo parecen fundirse en una elipse continua e interminable; en el centro sólo oscuridad. Un sonido acelerado retumba en mis oídos, terso e incisivo, fruto del impecable frotado de las cuerdas de un violín. Antebrazos forjados en mármol previstos de muñecas perfectamente engrasadas que en cada pulso hacen romper la roca a unas venas duramente entrenadas. Rostros inmutables presiden la escena y al fondo la oscuridad del infinito que cada vez se acerca a mayor velocidad. Mi estómago reposa en el vacío lleno de la energía transformada ahora en aleteo. Por fin ha abandonado mis extremidades; la chispa venció al hielo y ahora tiemblan desprovistas del calor de la vida, a la merced de ríos de fría agua que tratan de hacerse camino por las mismas venas que poco antes albergaron la ardiente descarga del mismo sol.

Atrás queda el prestissimo tempo de los Stradivarius; he quedado absorta en el silencio de la profundidad. Sin saber cómo, me encuentro pendiendo de un hilo que parte de mi ombligo y desemboca en la infinidad de un punto invisible. Debería dolerme, qué menos que molestarme, pero ahora mismo no se me ocurre posición más cómoda. Da la casualidad de que mi masa es suficiente para mantener el hilo tenso pero no tan alta como para que la fuerza de la gravedad arquee mi espalda sobre el vacío.

Me siento en perfecto equilibrio con la oscuridad, pero todavía no ha concluido mi peregrinaje interno. El aleteo que mantiene mi estómago a una temperatura mayor de la habitual se disipa poco a poco convirtiéndose ahora en hormigueo para ascender hacia el cuello. No puedo moverme o romperé el equilibrio y no habrá entonces hilo que frene mi caída, no quiero que termine y de eso soy aún consciente; pero el cosquilleo se vuelve insoportable. Aguanto la respiración con tal de no soltar un último grito desesperado que libere la electricidad de mi garganta y me haga perecer en el abismo, pero la sangre corre hacia mi cabeza para socorrer al cerebro, falto de oxígeno. Me tambaleo delicadamente sobre la cuerda hasta que la tensión, con tal de no disparar mis ojos desorbitados y hacer estallar mi cráneo, empujan mi mandíbula hacia abajo en un acto de sumisión. Los pulmones se hinchan de aire como dos globos de plástico y el picor se esfuma del cuello. Arde mi cara y los ojos, doloridos, permanecen cerrados a cal y canto, conscientes de que a punto estuvieron de abandonar las cuencas. Finalmente, con un chasquido de vidrio, se rompe la cuerda y un grito ahogado escapa de entre mis labios. Prosigo mi descenso de cabeza con un placer tan vertiginoso que roza lo inmoral hasta que la velocidad me hace perder la consciencia.

Despierto con la respiración entrecortada, mi cabeza aún palpitando por la ingente acumulación de sangre, aunque no es la única zona de mi cuerpo que arde con tanta violencia. Sofocos, espasmos… y tú al otro lado del colchón, pleno de satisfacción. Imagino lo que pasa por tu mente y no puedo evitar esa sonrisa imperecedera que evidencie el culmen del placer impregnado de suma gratitud antes de caer rendida a los brazos de Morfeo, aunque sin soltarme de los tuyos.

El ballet es simplemente asombroso, pero mi parte favorita es a partir del minuto 1:50. Diferentes maneras de sentir una sola cosa, distintas cosas que te hacen sentir eso mismo.

domingo, 19 de febrero de 2012

Ai, Dolors


Ay, Dolores, llévame al baile.
Hoy que viene todo el mundo.
Hoy es cuando hemos de ir.

Ay, Dolores, vendré al atardecer
en un golpe de coche
te esperaré abajo.

Y, Dolores, hoy entre las cabezas no habrá miradas de complicidad
ni, Dolores, ningún dedo despistado que roce una espalda por casualidad.
Hoy, Dolores, chasquearé un ritmo con las manos
mientras tú sacas los tickets del enésimo combinado.

Hoy, Dolores, propón un tema al cantante.
Uno que se ría de ti y de mí
y de esta historia que se ha ido acabando.

Va Dolores, que hoy seremos dos niños grandes.
Nada de tonterías.
Nada de ser especiales.
Un, dos, tres.
Un, dos, tres, cha, cha, cha.
Talón, punta, talón, punta y volver a comenzar.

Y, Dolores, nadie esperará ninguna escena dulce bajo ningún portal
Ni, Dolores, ninguna gran verdad será revelada cuando amanezca.
Hoy, Dolores, moveremos el cuerpo al compás de un ritmo acelerado,
de una gran línea de bajo.

Hoy, Dolores, propón un tema al cantante.
Uno que se ría de ti y de mí
y de esta historia que ya no es importante.
Uno que nos defina en tres acordes.
Uno que nos explique a la posteridad.
Uno que conscientemente sea un punto y final, Dolores.
Dolores, uno que parezca imposible que pueda acabar.

domingo, 12 de febrero de 2012

White experience

Canción recomendada para la lectura y que encaja perfectamente con mi día de hoy: "Les Lucioles en re Mineur".

Que el respirar se haga vida, que el hielo cruja bajo el paso de unas piernas firmes que a pesar de terminar en pies resbaladizos, evite el impacto con el suelo una mano amiga siempre dispuesta. Recuerdos de esa sonrisa que quedó congelada entre mis mejillas agarrotadas por el frío...

Abrir los ojos y aprender que un cielo blanco y espeso promete nieve; cerrar los ojos y pensar que el frío, si es así, vale la pena.
Y aprender finalmente que la vida es realmente para vivirla como uno quiere, disfrutando de las pequeñas y no tan pequeñas cosas, estando con la gente que uno aprecia, con la que de verdad importa. Conocer de todo un poco y elegir eso que nos enamora y nos hace felices; eso que despierte en nosotros el sentimiento de que estar aquí vale la pena, que de algo sirve el haber llegado por difícil que haya sido el camino, a pesar de lo que hayamos tenido que dejar atrás.